Por
Fabián Ramón Marín Mejía
Son varios años, casi
ocho, que llevo como voluntario en diferentes organizaciones compartiendo
ideas, ganas, aprendiendo y trabajando por los demás y por mí. Y en días como
hoy recuerdo lo que un amigo hace un par de años me decía: “En la vida no hay
porqué buscar en qué eres bueno, porque quizás ya lo has encontrado”. Y
precisamente, cada día que pasa me convenzo de que este es mi lugar y lo que
mejor sé hacer.
El voluntariado para mí
son esas ganas innatas y desenfrenadas por ayudar al que necesita tan solo un
poco de lo mucho que puedes hacer. Es el espacio donde el egoísmo y el
artilugio egocéntrico se desvanecen por un ideal común que se transforma en
realidad. Una realidad que busca igualdad, que subyace en el otro y en las
manos que necesitan un cansancio para que otros descansen. Por eso hoy quiero
resaltar el voluntariado como un oficio de corazón dedicado al servicio y que
está presente desde el comienzo de los tiempos.
Mientras que realizaba
un ejercicio típico de estos tiempos, tiwttear,
encontré que, paralelo al evento de Periodistas en la
Carrera del pregrado de Comunicación Social de Eafit se realizaba la segunda
Cumbre Mundial del Voluntariado Juvenil en Barranquilla. Así, en cuanto unos
debaten entre qué escribir, sobre quién escribir, si de un taxista, artista, músico
callejero o parapentista, otros más discuten sobre los lineamientos bajo los
cuales los jóvenes voluntariados de nuestra próxima década harán énfasis.
Cuando exploraba más y
más sobre este encuentro en Barranquilla, que se hace cada diez años, y de sus
pretensiones, veía un buen mestizaje de ideas y ganas por innovar en el trabajo
con los demás. Son rostros y testimonios que tejen una gran red en todo el
mundo.
Encuentro noticias de la
cumbre que hablan de experiencias de voluntariados juveniles que han logrado
transformar realidades. Entre ellas una titulada “México le hace el quite al
narcotráfico con el voluntariado” de El Espectador, donde asociaciones de
jóvenes desarrollan estrategias que brindan opciones de vida a sus pares aisladas
del narcotráfico.
Con todo esto, y bajo mi
experiencia, llego a una serie de conclusiones respecto a lo que implica ser voluntario.
Primero que todo, armarse de buenas y diversas herramientas, pues no sabes
cuándo deberás hacer uso de la psicología, sociología, sacerdocio –en especial
para quienes te confían sus más profundos secretos– historia, comunicación y
uno que otro tip básico sobre primeros auxilios, para distinguir cuando es
bueno o no tomar un acetaminofén. En fin, ser útil ante toda respuesta y
urgencia o, por lo menos, ser capaz de distinguir quién podría tener una mejor.
Adicionalmente,
comprender la importancia de vincular a cada una de nuestras actuaciones eso de
lo que muchos titulan “responsabilidad social” y que para mí es el motor de
vida. Un motor al que no le disgusta trasnochar o verse en aprietos por
semejantes responsabilidades, un motor que se alimenta de sonrisas, gratitud,
alegrías, tristezas, sonrisas, lágrimas, decepciones, de todo un mar de
sentimientos. Pues la materia prima somos nosotros mismos y qué es el ser
humano sino una mezcla de emociones y razón.
Los momentos duros
dentro de esta labor también tienen lugar. Durante estos años he descubierto
que se debe tener la suficiente fortaleza, como en toda profesión o actividad, para
enfrentas el fracaso. Y similar al fracaso está la impotencia cuando ves que los
logros que tanto anhelabas no se dan.
Algo más a lo que se
debe de estar dispuesto, por si las moscas, es tener disposición para recrear
cientos de niños hasta el punto de quedar sin voz, disfrazarse de Papá Noel y
entregar regalos hasta que el cansancio llegue, trasnochar organizando charlas,
pasar horas y horas escuchando a quién necesite un consejo, cargar cuanta cosa
se requiera –mesas, telones, bultos, animales y hasta bebés–.
Acá la parte histriónica
y artística también es necesaria, pues no sabes cuándo tendrás que hacer el
papel de un burro o cantar un villancico o reguetón de moda. Sumado a esto, y cuando
uno es prospecto de comunicador social, debe de enfrentarse a apoyar en asuntos
de diseño, producción web, periodismo, videos, relaciones públicas y en cuanta
cosa encajes.
Como si fuera poco, se
necesita ser capaz de sufrir con la escases en los bolsillos y de esperar la
ayuda de otros y aventurarse entre las incomodidades y, aunque suene
redundante, trabajar por voluntad y convicción. Así mismo, tener bien presente
que esta labor no es como una profesión normal, donde te forman en una academia
y que a futuro te pagarán un buen salario. Acá son las mismas experiencias de
vida las que te forman y las que se encargan de pagarte.
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