Guarapero por excelencia


Esteban Zapata Trejos, es un universitario manizalita que llegó a Medellín hace tres años en busca de sus sueños y vende guarapo para promover una cultura que se encuentra en peligro de extinción.
                                                                                                                 
Por Mónica Molina Velásquez
mmolina7@eafit.edu.co


Para Esteban vender guarapo significa más que un negocio, él siente que puede ayudar a preservar una cultura /Foto Mónica Molina Velásquez.


El morral que lleva Esteban es monumental, lo carga como si ahí estuviera su vida y como si ésta, a pesar de que solo tiene 21 años, le pesara toneladas. Aunque parezcan piedras, lo que carga en realidad son galones de guarapo, bebida fermentada y preparada a partir de la miel de caña, que lleva a vender a diario a la universidad donde estudia.

La apariencia de Esteban no refleja la esencia de un futuro ingeniero civil (aunque sea un estudiante brillante), sino que irradia su verdadera vocación: el teatro. Hace seis años practica de forma empírica este arte y en la actualidad, pertenece al elenco de Hora 25, un importante colectivo artístico de Medellín.

Aunque sus padres le dan el apoyo económico indispensable para sostener el rol de estudiante en una universidad pública y una carrera que le aporte calidad de vida en el futuro, él busca sus propios medios para revivir el aprecio por las culturas nativas de Colombia y, a la vez, logra lucrarse un poco para sobrevivir en una ciudad que trata con indiferencia a muchos de sus habitantes.

Tanto en la universidad en la que estudia como en sus alredores en los que cumple el rol de vendedor, lo conocen como el rasta, apodo con el que lo identifican los clientes cuando están necesitados de un poco de consciencia alterada por unos graditos de alcohol.

De todas formas, Esteban afirma que su verdadero interés a la hora de vender guarapo es conservar en el tiempo rasgos de la cultura nativa a la que pertenece Antonio, su proveedor.

“Para estar en el mundo real necesito dinero real. Sí, es cuestionable qué es real o irreal, el caso es que estamos en un contexto híbrido de culturas en las que prima el bienestar físico sobre el bienestar mental, por lo que siempre va a valer la pena hacer sacrificios para luego darse el gusto de ser como queremos ser”, cuenta Esteban.

Esta es otra causa para que venda guarapo en su universidad, que por motivos de un paro, se encuentra muy vacía, pues muchos estudiantes decidieron rebelarse contra la Ley 30 que pretende una reforma a la educación y que no creen los pueda beneficiar.

La popularidad que ha ganado el manizalita vendiendo esta bebida logró legitimarlo dentro de la universidad en la que estudia, por lo que los celadores ya no se inmutan cuando lo ven pasar diariamente por la estrecha portería con su galón de guarapo; la clientela de Esteban es muy amplia va desde futuros licenciados en educación física, ingenieros de control, primíparos hasta profesores, que por lo menos una vez han consumido de la bebida de la sabiduría, como le llama su devoto vendedor al guarapo que le envía mensualmente por Flota Occidental su socio, Antonio Cadavid, desde un cabildo indígena de la vereda San Marcos, ubicada en Riosucio.

Es difícil entender como en medio de tanta cerveza que venden en los quioscos de la entrada de la universidad, de tantos vasos de limonada repartidos por los corredores y de la amplia oferta en las cafeterías, la gente prefiera consumir el guarapo de Esteban. Ese sabor a oliva agria y ese espesor perfecto para quitar la sed, tiene valor agregado: es bueno, barato y embriagador.

Una tarde con armonía gris y tonalidad amarilla
Era viernes y las manecillas del reloj no avanzaban. El tiempo y el espacio dejaron de ser directamente proporcionales y se convirtieron en una especie de archienemigos que combatían la ausencia de vida académica en el lugar, donde solo transitaban pocas personas.

“Respire profundo y si le dicen algo, hágase la boba”, pensé antes de entrar al lugar en el que desde hace tres años Esteban invierte muchas de sus tardes ofreciendo felicidad e intentando difundir y conservar una cultura en extinción.

Aunque era consciente de que no íbamos a cometer ningún acto de vandalismo, mi cabeza hervía de ansiedad y mis ojos estaban fuera de órbita intentando enfrentar semejante momento de alteración inútil; siempre he tenido mala suerte con los celadores. Por fortuna, los de la Universidad de La Felicidad eran algo descuidados, tal vez con problemas oculares y con los sensores de intrusos fundidos.

Cada paso hacia adelante era un tac más del reloj que acercaba a Don Señor del Guarapo a su hora pico. El pasillo por el que intentábamos abrirnos camino parecía interminable y nos encontrábamos con personas con pensamientos neuróticos y miradas dilatadas; el motivo de semejantes síntomas no era otro que la desmotivación de ir a la universidad a enfrentar imposiciones estatales que van en contra de los derechos estudiantiles.

De todas formas, aunque el paisaje de los corredores de las universidades públicas sea desalentador para cualquier académico, y aunque el paro universitario esté atrasando aún más el desarrollo intelectual de los jóvenes, es importante aclarar que las ganancias de Esteban no han disminuido.

“Espere y verá a que sean las 4 y ahí si empieza el movimiento”, me dijo su divinidad (como Esteban se llama a sí mismo) cuando llegamos a una fuente ubicada en una de las pocas zonas verdes de la universidad, y en donde generalmente lo buscan sus clientes. Dicho y hecho, a eso de las 3:45 p.m. empezaron a las llamadas de quienes necesitaban dosis medidas en litros para distorsionar la realidad que no todos estamos dispuestos a enfrentar.

Esteban, empezó a repartir las botellitas que tanto le pesaban en un morral que se vía más grande que él. Menos mal ese día no tenía más que un libro para leer en sus ratos libres y una chaqueta para combatir los cambios frecuentes del clima.

El Carlos E. Restrepo, el parque de El Poblado, Bantú (bar cercano a la Universidad de Antioquia) y el Politécnico, son los lugares en los que Esteban y su guarapo suelen ser más solicitados.

La mayoría de compradores resultan ser muy sociables y algunos se quedan compartiendo con su proveedor de gotitas amarillas. Por otro lado, el transporte público es su mejor aliado cuando tiene que salir a hacer “domicilios”.

Casi siempre los hace de noche, entonces los trancones no son un inconveniente para lograr entregarlos todos: el inconveniente, es que en muchas ocasiones se consume toda su oferta con los amigos y conocidos que al igual que él, demandan compañía.


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