Un
día hablando con algunos vendedores ambulantes del Parque de El Poblado me
sorprendí con varias de sus historias. Una de ellas me decía que había
trabajado desde pequeña, que su padre fue abusivo y que con mucho trabajo construyó
una casa para ella y sus hijos. Lastimosamente, la casa se incendió, después la
reconstruyó en el mismo sitio y para el colmo de su suerte se derrumbó. Además,
sus hijos no representan ninguna esperanza en el futuro, pues a pesar del
ejemplo de su madre, las drogas y los embarazos decapitaron su posibilidad de
progresar.
Esta
mujer trabaja más que aquellos que poseen grandes e importantes cargos en el
gobierno. Jeanette no madruga, ella pasa derecho y nos damos cuenta que el
esfuerzo solo se traduce en más esfuerzo y muy pocos resultados.
La
otra mujer que trabaja justo al lado de Jeanette contó que nunca tuvo padres,
vivó con sus abuelos, estudió hasta sexto del colegio y le tocó retirarse porque
no tenía plata para seguir estudiando. Se casó a los quince años y su celoso
esposo no la dejó seguir estudiando en el nocturno. Años más tarde su esposo se
fue a Pereira y la dejó sola con dos hijos y manteniendo un hogar.
Ella,
feliz con una sonrisa a cada instante, habló con fortaleza y buena energía, dijo
que agradece al cielo que sus hijos sean responsables y juiciosos y que lo
único que espera de la vida es sacarlos adelante.
Su
método para salir adelante son: tintos, pericos, jugo de naranja con o sin cola
granulada y cigarrillos menudeados que son lo que más palta les deja. Afortunadamente
nuestro gobierno prohibió la venta de cigarrillos, pretendiendo evitar que
muchos jóvenes cayeran en el vicio.Lastimosamente los adolescentes fueron mucho
más audaces que las leyes y comenzaron a compran en licoreras y estanquillos
las nuevas medias cajetillas. El gobierno entonces pensó en las distribuidoras
y en los jóvenes, pero no pensó en aquellas desafortunadas mujeres que construyen
sus hogares vendiendo cigarrillos por unidad.
Cuando
les preguntamos a las dos mujeres si habían recibido alguna ayuda por parte del
Estado, ellas respondieron con ironía que de aquel fantasma solo quieren dos
cosas: que el Sisben les siga funcionando y que Espacio Público no las coja
parqueadas en sus lugares de trabajo, pues como todos somos ciudadanos y somos
iguales, un Mercedes Benz o un carrito de comidas mal parqueado tiene que ir a
los patios y pagar una justa multa.
¡Bravo!
Aquí nos encontramos con una fuerza de trabajo, una actitud y una energía equivalente
a la de 10 profesionales que van a un psiquiatra cada quince días pues sufren
de estrés laboral, de insomnio o que se denominan así mismo “workaholics”.
Lo
anterior realmente no es relevante, pues el éxito no se traduce en esfuerzo
como lo vimos anteriormente. El éxito es el fruto de pertenecer al contexto
indicado, obtener la educación más especializada y en el peor de los casos no
tener que pagar arriendo, tener los suficiente para entrar a una escuela
pública sin sacrificar las necesidades básicas para poder hacerlo y obviamente
en alejarse de aquello que hace que TODOS tiremos nuestras oportunidades a la
basura, la droga y los excesos.
La
brecha entre aquellos que pueden tener el mínimo de oportunidades y aquellos
que no pueden se consolida en un monto de dinero a la semana que para los más afortunados
significa por lo menos una salida a cenar. El problema no es definir lo que les
falta a estas personas, sino encontrar la forma de que su esfuerzo y su trabajo
sean suficientes para vivir dignamente.
Seguirle
metiendo la culpa al gobierno es una pérdida de tiempo, pues seguramente ellos
saben lo que pasa en el país y tienen la certeza de lo que hacen y dejan de
hacer para mejorar el estilo de vida de los colombianos.
No
escribo con la intensión de denunciar a nadie, hablo con la seguridad de haber
conocido a dos mujeres que trabajan honradamente de día y de noche pero que no
consiguen los suficiente para satisfacer sus necesidades, mejorar sus lugares
de trabajo y mucho menos para esperar un mejor futuro.
Aquí
entramos nosotros, los jóvenes llenos de oportunidades, personas que poseemos
los medios para mejorar el contexto en el que vivimos. Por ejemplo, EAFIT cada
semestre hace puestos de comidas con diseños y temáticas increíbles. Apuesto a
que muchos de ellos están en algún parqueadero, cuarto útil o basurero. Materiales,
tiempo y creatividad que se desperdicia cada momento y que podría hacer más
interesante y productivo el trabajo de estas mujeres.
Otros,
como los estudiantes de Comunicación Social, podrían enfocar todos sus trabajos
universitarios en informar las problemáticas de la ciudad con responsabilidad
social.
Los
jóvenes de las universidades están en la capacidad de realizar cambios
importantes en la sociedad. Dirigir algunos proyectos de materias de varios
pregrados en búsqueda del bienestar y de mejorar las condiciones laborales de
las personas menos afortunadas es provocar una pequeña revolución ante la
injusticia social.
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