La mejor jugada de mi vida: las mujeres

Hacer que las mujeres sean protagonistas del fútbol es una de las metas que se ha propuesto Daniel Ocampo Hernández, un joven de 22 años quien combina sus dos aficiones favoritas: las mujeres y este deporte.

Por Melissa Henao Castillo

Un hombre que desde niño fue apasionado por el fútbol y las mujeres.

Es una de esas noches ahogadas en lluvia que azotan a Medellín. El cielo parece romperse con cada trueno mientras deja filtrar la lluvia que predice que falta un buen tiempo para que cese de llover. Las calles están atestadas de gente que quieren escapar del agua que, inclemente y pretenciosa, cae sobre todos por igual. Son las ocho de la noche y, mientras unos llegan, él sale de su casa burlando la fuerza de la naturaleza solo por cumplir una cita con 15 mujeres que lo esperan ansioso.

Su personalidad tranquila es la antinomia de la enérgica precipitación que sufre Medellín. Las sombras consumen las estrellas que tímidas se asoman en el cielo, todo es oscuro pero para él nada puede ser más claro, y así como “Coca-Cola mata tinto”, fútbol mata aguacero.

Sus mujeres lo esperan puntuales como siempre y tratan de seducir al clima para que se apacigüe. Ellas visten una pantaloneta que combina con sus medias rosadas que van hasta sus rodilla, una camisa ajustada al cuerpo y un par de guayos que son señal de que todo está listo, es hora de entrenar. Daniel sonríe mientras ata sus cordones asegurándose de que nada interrumpirá su trance futbolero.

Entre mujeres y fútbol Daniel pasa su tiempo. Su felicidad se reduce a los metros de una cancha sintética que le recuerdan que su razón de vivir es una sola: jugar.

Daniel Ocampo Hernández tiene 22 años de los que ha dedicado 14 a jugar fútbol y uno a ser entrenador. Lo especial de esto es que sus conocimientos los transmite a las mujeres. Sus “pupilas” son las integrantes del equipo La Titular F.C. que se conformó por el entusiasmo de unas cuantas mujeres aficionadas a este deporte y que se dejan guiar por los conocimientos de quien la experiencia futbolística asciende a equipos como el Rionegro F.C., Envigado F.C y la Selección Colombia sub 17.

“Ser entrenador de un equipo de fútbol femenino es mi oficio, lo quiero, lo disfruto y lo respeto porque combina las dos cosas que más me gustan en la vida: el fútbol y las mujeres”. Confiesa entre risas mientras se asegura de que nadie más lo esté escuchando porque para él, “el respeto que le tengo a estas mujeres es el mismo que desde pequeño me enseñó mi mamá y si me escuchan me matan”.

De esa personalidad ensimismada no quedan rastros cuando pisa la grama. Todo a su alrededor parece cambiar y el hombre al que opaca su timidez se transforma en el epicentro de las mujeres que quieren enamorar al balón y ponerlo a bailar como él lo sabe hacer.

Ocampo empezó a jugar a sus ocho años de edad cuando la afición se convirtió en necesidad y decidió convencer a sus padres de que la solución era inscribirlo en una escuela de fútbol, (mientras recuerda tiene esa mirada perdida al horizonte que torna al pensamiento en un acto romanticón). “Me acuerdo de esa pataleta como si fuera ayer, mis papás no querían que yo jugara, pero fue tanto lo que lloré que no les dejé otra opción”, afirma con la sonrisa que arroja la satisfacción del deber cumplido.

Su ambición le indica que debe seguir trabajando para posicionar a su equipo como el mejor del departamento. No lo ve tan alejado de la realidad porque tiene fe en las capacidades de ‘sus muchachas’: “Trabajar con ellas es mejor que hacerlo con hombres, son más tácticas, más estratégicas, mucho más inteligentes, no como nosotros que para todo utilizamos la fuerza y siempre entramos ‘partiendo’ a los rivales”, asegura Ocampo.

Para él las mujeres futbolistas no son una moda, son el “destape” de una generación que está consciente de sus aptitudes y que se apropia de ellas. Siente que en sus manos está ampliar los espacios para esta práctica, pues sabe que en Medellín son escasas las personas que creen que este deporte pueda jugarse por ellas. “Cada gol, cada jugada, las gambetas y hasta los errores que estas mujeres cometen en las canchas me animan a seguir trabajando, me motivan a seguirles enseñando lo que sé y demostrarles que uno necesita talento pero también actitud, pero sobre todo que el fútbol no es solo para hombres que ellas pueden hacerlo incluso mejor que nosotros mismos”.

A Daniel no le inquieta entrenar lloviendo, las lesiones y mucho menos que las mujeres de su equipo no aprendan lo que él les explica: “Por ahí dicen que el alumno supera al maestro… eso es lo que me preocupa”.

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